Alicia rió de buena gana:
- No vale la pena intentarlo -dijo.- Nadie puede creer cosas que son imposibles.
- Me parece evidente que no tienes mucha práctica -replicó la Reina.-
Cuando yo tenía tu edad, siempre solía hacerlo durante media hora cada día. ¡Cómo que a veces llegué hasta creer en seis cosas imposibles antes del desayuno!
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